El
Instituto de Física de Arroyo Seco en conjunto con expertos
estadounidenses estudian cómo es el comportamiento de la materia en
escalas nanométricas y aportan modelos teóricos que permitirán nuevas
aplicaciones
e innovaciones tecnológicas.
Un 12 de mayo de 1941,
el ingeniero alemán Konrad Zuse presentaba la primera computadora.
Pesaba tres toneladas, tenía el tamaño de un gran armario y tardaba tres
segundos en hacer una multiplicación. En medio
de la Segunda Guerra Mundial, el anuncio pasaba totalmente
desapercibido, pero era el puntapié inicial del fenomenal desarrollo de
la industria de la Informática, que ya lleva más de 70 años.
En la actualidad, con
ordenadores que caben en la palma de la mano, los tubos de vacío ya son
una postal del recuerdo, sentenciados al olvido por los modernos
microchips, que aumentaron la capacidad de almacenamiento
y procesamiento hasta límites insospechados. Sin embargo, ese impulso
está hoy “físicamente” amenazado: no hay más lugar para colocar los
transistores.
Este problema ya había
sido enunciado en 1965 por el co-fundador de Intel, Gordon Moore, quien
había afirmado que aproximadamente cada 18 meses se duplicaría la
capacidad de almacenamiento de la información.
Esta ley se ha venido cumpliendo durante las últimas décadas, pero como
implica también aumentar el número de transistores en un circuito
integrado, las distancias entre cada uno de ellos se reduce
drásticamente. En la actualidad, la distancia promedio entre
transistores de los microchips más avanzados es de unos 32 nanómetros.
Esta ínfima distancia
ya es escasamente reducible, debido a que, a una menor distancia, ya se
“verían” entre ellas las moléculas de los núcleos de cada transistor.
Este límite físico imposibilita seguir aumentando
las prestaciones con los procesos tecnológicos disponibles en la
actualidad. Sin embargo, hay una solución: la nanotecnología.
En este contexto, el
CONICET suscribió un acuerdo de cooperación internacional con el
National Science Foundation, su equivalente norteamericano, para avanzar
en el desarrollo de modelos predictivos de estructuras
nanométricas que sirvan para enfrentar problemas como estos, con
aplicaciones tan diversas como la industria informática, el sector
energético o la medicina.
“Estamos preparando las
herramientas y estudiando la física básica de estas estructuras para
tener modelos que tengan carácter predictivo, es decir, que prevean que,
para hacer tal cosa, se necesita preparar
la muestra de tal manera. Desarrollamos modelos físicos y matemáticos
para investigar la factibilidad de algunas metodologías propuestas para
la obtención de las nanopartículas”, explicó a la Agencia CTyS Javier
Diez, doctor en Física e Investigador del CONICET.
Diez es el director del
grupo “Fluidos superficiales y fenómenos de interfaces” del Instituto
de Física Arroyo Seco (IFAS) de la Facultad de Ciencias Exactas de la
Universidad Nacional del Centro de la Provincia
de Buenos Aires (UNICEN). Este grupo trabaja en conjunto con expertos
del Instituto Tecnológico de New Jersey, la Universidad de Tennessee y
el Laboratorio Nacional de Oak Ridge, con sede en los Estados Unidos.
“Ellos tienen las
capacidades tecnológicas para hacer los experimentos y nosotros hacemos
el aporte teórico, el análisis y el desarrollo de los modelos que tratan
de explicar los resultados experimentales”,
expuso el investigador, que trabaja con sus colegas norteamericanos
desde hace más de cuatro años.
Al respecto, describió
que las colaboraciones con los investigadores de estas instituciones “se
vieron beneficiadas” por el apoyo reciente que recibieron del CONICET.
“El convenio nos permite estadías de trabajo
de un mes cada año en el Laboratorio Nacional de Oak Ridge y en el
Instituto Tecnológico de New Jersey”, remarcó.
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