miércoles, 9 de noviembre de 2011

De estrellas y supernovas

Explicar cómo es que nacen, viven y mueren las estrellas y al mismo tiempo dilucidar de qué modo el Universo se amplifica a un ritmo cada vez más rápido puede parecer dificultoso. Sin embargo, dos científicos en el tema que participan de un congreso en Mendoza (Argentina) describieron con lenguaje sencillo de qué se trata esta teoría, tan importante en el mundo de la física.

“Una supernova es cuando una estrella que es más o menos del mismo tamaño que el Sol, le va quitando masa a otra estrella cercana que coexiste con ella en un sistema binario”, explicó a Los Andes el astrofísico solar Amab Choudhuri, del Instituto de Ciencias de la India.

Para explicarlo mejor, esto significaría que una estrella “se come” a la que tiene cercana, de modo que cuando desborda sus propios límites explota. “Ése es el tipo de supernova que utilizaron los científicos que ganaron el Nobel. Estas estrellas son del tipo 1. Todas las supernovas de esta clase producen la misma cantidad de luz, sin importar en qué lugar estén del Universo”, continuó el especialista junto al experto Andrés Muñoz, de Colombia.

Ambos detallaron que este fenómeno recibe comúnmente el nombre de “vela estándar”, en alusión a esta característica de uniformidad al momento de emitir luz en el Universo.

El Universo no tiene límites y se expande cada vez más rápido

El premio Nobel de Física fue para tres científicos -dos estadounidenses y un australiano- que descubrieron que, al contrario de lo que se creía, el cosmos está acelerando su crecimiento. Especialistas que participan de un congreso en Mendoza explicaron este hallazgo.

El descubrimiento marcó un cambio de rumbo en el mundo de la ciencia y contribuyó a seguir planteando interrogantes acerca del funcionamiento del Universo y sus componentes clave: las estrellas. Fue en los '90 cuando dos equipos de expertos internacionales de gran prestigio efectuaron sus investigaciones en forma paralela, para resolver si efectivamente las teorías existentes hasta ese momento acerca de los límites del cosmos eran del todo correctas.

Lo cierto fue que tras extensas investigaciones, se descubrió que a diferencia de lo que se creía, el Universo se expande a un ritmo cada vez más acelerado. Este avance crucial para la Física y la Astronomía mereció nada menos que el Premio Nobel de Física 2011, que fue otorgado por la Real Academia de Ciencias de Suecia.

Los científicos que ganaron este reconocimiento fueron los estadounidenses Saul Perlmutter (52) y Adam Riess (42), y el australiano Brian Schmidt (44).

En el caso de Perlmutter, el trabajo estuvo centrado en la “Cosmología de la Supernova”, mientras que en el de Schmidt y Riess, el foco estuvo puesto en el “descubrimiento de las Grandes Supernovas y la aceleración de la expansión del Universo”.

De acuerdo a la información que ayer conoció el mundo, la academia sueca comunicó a través de un escrito que el premio fue otorgado a estos dos grupos de expertos “por el descubrimiento de la expansión acelerada del Universo a través de observaciones de supernovas distantes”, y continuó: “Se han estudiado varias decenas de estrellas que explotan, llamadas supernovas, y descubrieron que el Universo se está expandiendo a un ritmo cada vez más acelerado”, dijo textual la misiva que fue difundida en los medios de comunicación.

Kepler descubre un planeta con dos soles

La existencia de un mundo con atardeceres dobles, similar al que se mostró en la película Star Wars (La Guerra de las Galaxias, en idioma español) hace más de 30 años, ya es un hecho científico. La misión Kepler, de la NASA, ha logrado la primera detección sin ambigüedad de un “planeta circumbinario” (un planeta que orbita a dos estrellas a la vez) a 200 años luz de distancia de la Tierra.
A diferencia del planeta Tatooine en Star Wars, este planeta es frío y gaseoso y, aunque no se cree que pueda albergar vida, su descubrimiento demuestra la diversidad de planetas que existe en nuestra galaxia. Búsquedas anteriores ya habían sugerido la existencia de planetas circumbinarios, pero había sido difícil obtener una confirmación clara. Kepler detectó un planeta de esta clase, conocido como Kepler–16b, observando los tránsitos, donde el brillo de una estrella huésped disminuye levemente debido a que el planeta pasa delante de ella.
“Este descubrimiento confirma la existencia de una nueva clase de sistemas planetarios que podrían albergar vida”, dijo William Borucki, quien es el investigador principal de la misión Kepler. “Dado que la mayoría de las estrellas en nuestra galaxia son parte de un sistema binario, esto significa que las oportunidades para la vida son mucho más grandes que si los planetas se formaran solamente alrededor de estrellas solitarias. El descubrimiento, que constituye un hito en este campo, confirma una teoría que los científicos han sostenido durante décadas pero que no habían podido comprobar hasta ahora”.
Un equipo de investigación, dirigido por Laurance Doyle, del Instituto SETI (Search for ExtraTerrestrial Intelligence o Búsqueda de Vida Inteligente Extraterrestre, en idioma español), en Mountain View, California, utilizó los datos proporcionados por el telescopio espacial Kepler, el cual mide las leves disminuciones del brillo de más de 150.000 estrellas en busca de planetas en tránsito. Kepler es la primera misión de la NASA capaz de detectar planetas del tamaño de la Tierra en o cerca de la “zona habitable”, la región de un sistema planetario en la cual el agua puede existir en estado líquido en la superficie de un planeta en órbita.
Los científicos detectaron el nuevo planeta en el sistema Kepler–16, un par de estrellas en órbita mutua que se eclipsan una a la otra desde nuestro punto de vista privilegiado aquí en la Tierra. Cuando la estrella más pequeña bloquea parcialmente a la estrella más grande, se produce un eclipse primario. En cambio, ocurre un eclipse secundario cuando la estrella más pequeña es ocultada, o completamente bloqueada, por la estrella más grande.
Los astronómos observaron además que el brillo del sistema disminuía en ciertas ocasiones, incluso cuando las estrellas no se encontraban eclipsándose una a la otra, lo cual apuntaba a la existencia de un tercer cuerpo. Los eventos adicionales relacionados con la disminución del brillo, llamados eclipses terciarios y cuaternarios, reaparecieron en intervalos de tiempo irregulares, indicando de este modo que las estrellas se encontraban en distintas posiciones de sus órbitas cada vez que el tercer cuerpo pasaba por enfrente. Esto demostró que el tercer cuerpo no está orbitando sólo a una de la estrellas, sino a ambas, en una ancha órbita circumbinaria.
El tirón gravitacional ejercido sobre las estrellas, medido a partir de los cambios en los tiempos de los eclipses, fue un buen indicador de la masa del tercer cuerpo. Se detectó un tirón gravitacional muy pequeño, que sólo puede ser causado por una pequeña masa. Estos descubrimientos están descriptos en un nuevo estudio publicado el viernes 16 de septiembre en la revista Science.
“Casi todo lo que sabemos sobre el tamaño de las estrellas proviene de sistemas binarios eclipsantes como este, y casi todo lo que sabemos sobre el tamaño de los planetas proviene de los tránsitos”, dijo Doyle, quien también es el autor principal del estudio y se desempeña como científico en el proyecto Kepler. “Kepler–16 combina lo mejor de ambos mundos pues tiene eclipses estelares y tránsitos planetarios en el mismo sistema”.
Este descubrimiento confirma que Kepler–16b es un mundo frío e inhóspito, con un tamaño similar al de Saturno y, se cree, hecho mitad de roca y mitad de gas. Las estrellas huésped son más pequeñas que nuestro Sol. Una tiene el 69% de la masa del Sol y la otra sólo el 20%. Kepler–16b orbita alrededor de ambas estrellas cada 229 días, lo que es similar a la órbita de 225 días de Venus, pero se encuentra fuera de la zona habitable del sistema, en la cual el agua líquida podría existir en la superficie, debido a que las estrellas son más frías que el Sol.

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La NASA ficha asteroides de un kilómetro de diámetro cercanos a la Tierra

La nave espacial Wise censó el 99% de las rocas. Son del tamaño de las que podrían haber desaparecido a los dinosaurios. La agencia espacial informó que no representan peligro inminente y sí, en cambio, lo es la actividad del Sol, que podría alcanzar niveles catastróficos en los próximos años.
La NASA anunció que ha identificado más del 90% de los asteroides de 1 kilómetro de diámetro o más cercanos a la Tierra, incluidos algunos de tamaño similar al que se cree que habría desaparecido a los dinosaurios hace mucho tiempo.Estas rocas espaciales orbitan a unos 195 millones de kilómetros del Sol, en las cercanías orbitales de nuestro planeta.

La agencia espacial estadounidense asegura que los 981 asteroides gigantes encontrados no representan una amenaza para la Tierra en los próximos siglos, pero sigue alertando sobre una actividad solar en extremo intensa que podría alcanzar niveles catastróficos en los próximos años, causando un desastre sin precedentes.

NASA aseguró que el número de asteroides de tamaño medio próximos a la Tierra es un 44% menos, 19.500 en vez de 35.000, es decir, "significativamente menor" de lo que se calculaba hasta ahora, por lo que el riesgo de un impacto con ellos es mucho más reducido. Lo peor es que tan solo 5.200 de ellos son monitoreados y los científicos aún tienen que encontrar muchos asteroides de este tipo capaces de destruir el planeta.

El censo actualizado proviene de datos de la nave espacial WISE, que realiza una cartografía de la bóveda celeste a fin de buscar objetos cercanos a la Tierra, galaxias, estrellas y otros 'entes cósmicos'. WISE, a diferencia de otros exploradores del cielo, goza de instrumentos muy sensibles que pueden detectar tanto objetos oscuros como iluminados, pero todavía no está equipado para identificar más de un millón de asteroides pequeños que sí podrían causar daño de impactar contra la Tierra.
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