Las mujeres han contribuido a la ciencia desde sus inicios, aunque no hayan sido reconocidas por ello. Historiadores interesados en ciencia y género han mostrado las contribuciones hechas por mujeres, las barreras con las que se toparon y las estrategias que desarrollaron para que su trabajo fuese aceptado.
Antiguedad
La participación de las mujeres en el campo de la medicina ha sido documentada por varias civilizaciones tempranas. Una egipcia, Merit Ptah (2700 BC), descrita en una inscripción como "médica principal", es la primera mujer mencionada en la Historia de la ciencia. Agamede fue citada por Homero como curandera en la Antigua Grecia antes de la Guerra de Troya. Agnodike fue la primera médica en trabajar como tal en el siglo IV a.C. en Atenas.
Ha sido documentada la contribución de varias mujeres en la protociencia de la alquimia en Alejandría alrededor de los siglos I y II d.C, donde la tradición gnóstica liderada por mujeres ha sido valorada. A la más conocida, María La Judía, se le atribuye la invención de varios instrumentos químicos, incluida la técnica del baño maría y un tipo de alambique.
Hipatia de Alejandría, (c.370-415), era hija de Teón de Alejandría, quien trabajaba y daba clases en la Biblioteca de Alejandría. Hipatia escribió textos de geometría, álgebra y astronomía, y se le atribuyen varios inventos como el hidrómetro, un astrolabio y un instrumento para la destilación de agua.
Europa Medieval
La educación universitaria en Europa fue accesible para algunas mujeres durante el periodo medieval. Se cree que en el siglo XI, la médica italiana Trotula de Salerno, ocupó una cátedra en la Escuela Médica Salernitana, donde enseñó a muchas mujeres nobles italianas, un grupo referido en ocasiones como "las señoritas de Salerno". Varios textos importantes en medicina, sobre todo en obstetricia y ginecología entre otras materias, también han sido atribuidos a Trotula. La Universidad de Bolonia permitía a las mujeres asistir a clase desde sus inicios en 1088, y Dorotea Buccacacatua ocupó allí una cátedra durante el siglo XV.
Los conventos medievales eran otro lugar para la educación de las mujeres, y algunos dieron oportunidades a las mujeres para contribuir en investigación académica. Sin embargo, en su mayor parte, las mujeres eran excluidas de las universidades. Un ejemplo es la abadesa alemana Hildegard de Bingen, cuyos prolíficos escritos incluyen varias materias científicas, incluida la medicina, la botánica y la Historia natural (c.1151-58).
Revolución científica (siglos XVI y XVII)
A pesar del éxito de algunas mujeres, los sesgos culturales durante la Edad Media eran notables. Estos sesgos afectaron a la educación y la participación de las mujeres en la ciencia. Muchos creían en la sumisión de la mujer como un valor positivo y natural, y muchos de esos sesgos provienen de la filofosía cristiana. Santo Tomás de Aquino, refiriéndose a las mujeres, escribió en su obra más importante Suma Teológica, "este es el sometimiento con el que la mujer, por naturaleza, fue puesta bajo el marido; porque la misma naturaleza dio al hombre más discernimiento."
La Revolución científica de los siglos XVI y XVII vio una gran afluencia de mujeres al campo de la ciencia, sin embargo, las mujeres fueron excluidas de las universidades. Así, para continuar con sus intereses científicos, las mujeres se vieron obligadas a obtener sus conocimientos de manera informal. Los hombres de la nobleza europea eran libres de desarrollar sus intereses en ciencia como hobby, y las puertas estaban abiertas a las mujeres que podían tomar parte en los trabajos científicos informales juntos a sus padres y hermanos. Se alientaban las habilidades en pintura de las mujeres nobles, y a menudo les servían para detallar y precisar las ilustraciones científicas
Margaret Cavendish, una mujer aristócrata del siglo XVII Duquesa de Newcastle, tomó parte en algunos de los debates científicos más importantes del momento. A pesar de no estar admitida en la Royal Society inglesa, una vez se le permitió asistir a una reunión. Escribió numerosos trabajos sobre materias científicas, incluyendo Observations upon Experimental Philosophy y Grounds of Natural Philosophy. En estos trabajos fue especialmente crítica con la creencia creciente de que los humanos, a través de la ciencia, eran los amos de la naturaleza. Como aristócrata, la Duquesa de Newcastle fue un buen ejemplo de mujeres que trabajaron en ciencia en Francia e Inglaterra.
Mujeres que querían trabajar en ciencia y vivían en Alemania llegaron con distintos bagajes. Allí, la tradición de la participación femenina en el oficio de la producción permitía a algunas mujeres adentrarse en la ciencia observacional, especialmente en astronomía.Entre 1650 y 1710, las mujeres representaban, en Alemania, el 14% del total de científicos en astronomía. La mujer astrónoma más conocida fue Maria Winkelmann. Fue educada por su padre y su tio y recibió conocimientos en astronomía por astrónomo autodidacta cercano. Su oportunidad de ser profesional en astronomía llegó cuando se casó con Gottfried Kirch, el astrónomo más conocido en Prusia. Ella se convirtió en su ayudante en el observatorio astronómico que operaba en en Berlín por la Academia de las Ciencias. Realizó algunas contribuciones originales, incluido el descubrimiento de un cometa. Cuando su marido murió, Winkelmann solicitó un cargo de astrónomo asistente en la Academia de Berlín, para el cual estaba altamente cualificada. Por ser mujer -sin estudios universitarios- se le denegó el cargo. Miembros de la Academia de Berlín temieron establecer el mal ejemplo de contratar a una mujer.
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