Los jugadores profesionales saben desde hace décadas lo que Ben van der Genugten sostiene haber probado con fórmulas matemáticas. Experto en probabilidad y estadística, el profesor explica que en el póquer el factor suerte tiene un papel mucho más pequeño que el del aprendizaje. El profesor sostiene que la diferencia entre un buen jugador y un principiante contrarresta con creces el indudable azar con el que son repartidos los naipes (si se excluyen ases en la manga y otras trampas, más propias de las películas que de los torneos de verdad). Eso explicaría por qué los mejores profesionales quedan con regularidad en los primeros lugares en los campeonatos importantes, como las series mundiales que cada año se celebran en Las Vegas.
La fórmula
La fórmula del póquer, desarrollada por Ben van der Genugten con ayuda de Peter Borm, profesor de matemáticas y de la teoría de los juegos, establece la relación entre habilidad, azar y aprendizaje. Su principio básico es que cuanto menos influye la suerte en un juego, mayor importancia cobra la habilidad.
Según el teorema de Genutgen, el nivel de habilidad equivale al efecto aprendizaje dividido entre ese mismo efecto aprendizaje más el efecto del azar. En resumen: Habilidad = efecto del aprendizaje / (efecto del aprendizaje + factor suerte). El efecto del aprendizaje no es otra cosa que la diferencia en la actuación entre un principiante y un jugador experto.
Según esta fórmula, se puede establecer un índice de habilidad para cada juego, cuyo valor varía entre cero y uno. Así, un juego totalmente dependiente de la suerte tiene un índice de habilidad de cero, como la lotería o la ruleta. Por el contrario, en el ajedrez o las damas el índice de habilidad se aproxima al uno absoluto, por cuanto la suerte no tiene incidencia o es prácticamente despreciable.
Según la fórmula de Van der Genugten, la mayoría de los juegos de casino, con los que las leyes de casi todos los países catalogan al póquer, tienen un índice de habilidad de cero o muy cercanos a cero. El blackjack es una ligerísima excepción, ya que tiene un índice de habilidad de 0,049, insuficiente para que un buen jugador se asegure la victoria, pero útil al menos para minimizar las pérdidas y, si la suerte acompaña, maximizar las ganancias. En el caso del póquer, el índice es muy superior y llega a 0,4. Suficiente para asegurar el éxito de los mejores, al menos a largo plazo.
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