En dos años, una veintena de satélites de vigilancia (cada uno del tamaño de un lavavajillas) podría estar orbitando en la atmósfera de nuestro planeta con el fin de detectar la inminencia de cualquier terremoto, informa la revista Discovery Channel. La idea está basada en una teoría que señala que las fuerzas de contracción que se generan en las rocas antes de un seísmo inducen a la aparición de una carga positiva que atrae a los iones negativos de la ionosfera hacia la superficie terrestre, produciéndose así una brecha en la estructura de la atmósfera. Esta brecha sería detectable gracias al análisis de las desviaciones de una señal que sería enviada desde los satélites a través de la ionosfera. La ionosfera permite que la atmósfera superior refleje las ondas de radio emitidas desde la superficie terrestre posibilitando que éstas puedan viajar grandes distancias sobre la Tierra, gracias a las partículas de iones (cargadas de electricidad) presentes en esta capa. Los científicos explican al respecto que las rocas subterráneas sometidas a una fuerte presión y a un calor intenso contienen cristales conductores de la electricidad, así como subproductos del oxígeno.
Cuando se acerca un seísmo, la presión de las rocas aumenta, y se producen reacciones químicas que modifican las moléculas de oxígeno. Esto da lugar a la creación de un campo eléctrico cargado positivamente, que irradia en la superficie terrestre y que puede ser detectado por las cámaras infrarrojas que estarían situadas en los satélites, en un período de tiempo estimado entre una y dos semanas antes de que ocurra un seísmo importante.
Salvar miles de vidas El objetivo de estos satélites sería crear un sistema de alarma temprano que pudiera avisar con unas dos semanas de antelación de cualquier terremoto que se vaya a producir en el mundo, y de esta forma poder salvar quizá miles de vidas. Los sistemas actuales de detección de terremotos pueden avisar, como mucho, con algunas horas de antelación de la inminencia de un gran movimiento de tierra. Además, son propicios a generar falsas alarmas. Pero, aunque la idea parece prometedora, resulta sin embargo controvertida, ya que diversos geólogos se muestran escépticos. Tal y como publicó The Wall Street Jorunal, científicos como Mike Blanpied, coordinador del Geological Survey's Earthquake Hazards Program de Estados Unidos, advierte que esta teoría está todavía en el terreno de la especulación. Stepehn Park, geofísico de la Universidad de California en Riverside, afirmó por su parte que las señales magnéticas se producen regularmente y que efectivamente se están intentando atribuir a los terremotos, pero sólo de manera retrospectiva. Detección precoz A pesar de las voces en contra, el caso es que, a principios de mayo, los satélites registraron imágenes infrarrojo de la Tierra en las que notaron patrones anómalos en un área concreta: el sudoeste de China. Uno de estos científicos, Dimitir Ouzounov , que trabaja en la NASA y en la Universidad George Mason, envió entonces un e-mail a sus colegas señalando que algo estaba ocurriendo en la provincia de Sichuan. El científico Friedemann Freund, geofísico de la NASA y principal creador de la teoría de los campos magnéticos detectables desde los satélites, asegura que esta detección precoz del terremoto de Sichuan confirma que dicha teoría tiene fundamento: los terremotos son de hecho la culminación de un proceso físico que puede ser registrado a veces más de una semana antes de que se produzca el movimiento sísmico principal. Explica al respecto que las rocas subterráneas, sometidas a gran presión cuando se produce el movimiento de las placas tectónicas, se convierten en algo parecido a una batería. Las corrientes eléctricas resultantes de estos movimientos pueden viajar por la Tierra a lo largo de muchos kilómetros. Las imágenes infrarrojas observadas por la NASA a principios de mayo, por ejemplo, fueron detectadas a cientos de kilómetros del epicentro del terremoto de Sichuan.
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