Cuando la fábrica de nitroglicerina de Alfred Nóbel estalló en 1864, matando a su hermano, el gobierno sueco se negó a permitir que la fábrica fuese reconstruida. Nóbel, quien había inventado la dinamita, llegó a ser considerado como un científico loco que fabricaba malvadamente la destrucción. Luchó toda su vida contra esta reputación, triunfando al fin de modo póstumo con el establecimiento, en su testamento, de los Premios Nóbel.
Fuente: el libro de los sucesos. Isaac Asimov
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