Los electrones asesinos acechan en los cinturones de radiación que rodean la Tierra, conocidos como Cinturones (o Anillos) de Van Allen, en honor a su descubridor, James Van Allen. Los Cinturones de Van Allen son áreas donde los electrones y otras partículas eléctricamente cargadas son atrapados por el campo magnético de la Tierra. Allí sucede algo que convierte a los electrones ordinarios en demonios de gran velocidad.
La profesora Cynthia Cattell de la Universidad de Minnesota dirigió un equipo que ha encontrado a un posible culpable de esa transformación: las ondas de radio más potentes de su tipo que se hayan detectado hasta la fecha en los Cinturones. "Nadie ha visto nunca ondas tan grandes", subraya Cattell. "Son más de diez veces mayores que las que conocíamos".
Las ondas estudiadas por Cattell y sus colegas son un tipo especial de ondas de radiofrecuencia que ha sido conocido desde la Primera Guerra Mundial, cuando se descubrió que los relámpagos generan ondas de esta clase.
Las ondas recientemente encontradas tienen mucho en común con ciertas olas del mar que llegan a algunas playas. Ambas toman a los surfistas, ya sean personas o bien electrones, y les transfieren energía. Los electrones que absorben bastante energía de estas ondas en los Cinturones pueden alcanzar un 99 por ciento de la velocidad de la luz, aproximadamente 297.000 kilómetros por segundo.
La revelación más sorprendente es lo rápido que esto ocurre. Se pensaba que serían necesarias múltiples interacciones entre las ondas y los electrones, en el transcurso de varios minutos o incluso decenas de horas. Sin embargo, los investigadores han constatado que los electrones se energizan en la décima parte de un segundo.
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